lunes, 17 de enero de 2011

FRÍO SIBERIANO

Permanecer 24 días en Siberia en invierno no deja indiferente a nadie. Después de temperaturas casi positivas en Moscú, aterrizamos en Krasnoyarsk y su maravilloso clima continental nos recibe con un impresionante registro de -32ºC. Salimos del avión, que debía estar a unos 20 grados y la sensación es muy peculiar. El camino hasta el autobús y después hasta la pequeña terminal es de menos de 1 minuto, pero ya es suficiente para darse cuenta del alcance de esa temperatura. Hay técnicos trabajando a pie de pista, y la gente parece asumirlo la mar de bien. Y para que engañarnos, hasta yo me lo esperaba peor. Voy a intentar hacer una descripción, a toro pasado, de las sensaciones que provoca una temperatura tan baja. La primera sensación es de pureza, de frescor e incluso se diría que es agradable, pero lo que más sorprende es el silencio. Parece que la naturaleza se haya parado ante tal cataclismo, no se oyen pájaros (aunque los hay), no se ve vida en el suelo, el aire parece crujir, pero lo único que cruje es la nieve semihelada bajo los pies. Sí, reconozco que ese silencio atrapa y espanta a la vez. La majestuosidad del paisaje sobrecoge, estamos ante las fuerzas de la naturaleza, y lo único que podemos hacer es refugiarnos cuanto antes.
También sorprende, para un mediterráneo, la previsión. Cuantas veces hemos salido sin el abrigo adecuado en primavera, incluso invierno, pero, ay, que se te ocurra tener el mismo desliz en tierras siberianas. La salida al exterior empieza 10 minutos antes de salir. El termómetro marca -23ºC. Hay que colocarse la camiseta interior térmica, las mallas térmicas, el jersey, los calcetines si puede ser térmicos también, una braga que nos tape la boca, el abrigo (en mi caso de alta montaña, de pluma de oca de máxima calidad) y el gorro (el mío el típico siberiano, de piel de conejo). Pero ahí no acaba el tema. Tenemos que abrir 2 puertas de casa, cada una con su llave, y nada más salir, ponernos los guantes (de goretex de máxima calidad también). Volver a cerrar las puertas y encarar el ascensor. Pero lo mejor viene desde el ascensor hasta el exterior: 3 puertas consecutivas, con 2 metros de diferencia entre cada una de ellas, y donde ir avanzando supone una disminución de unos 5 grados por cada metro andado. Y entonces, de nuevo el silencio. Ahora se impone avanzar lo más rápido posible, no resbalar en las zonas de hielo más gris, no respirar profundamente y hacerlo por la nariz. Aun así, los primeros días tu garganta se inflamará y se quejará. Suerte que a esas temperaturas pocos microorganismos circulan.
Desde luego, después de haber estado en Egipto en agosto (49ºC) y en Siberia en enero, debo reconocer que el ser humano se adapta a lo que haga falta, y además vive en estos lugares de una forma aparentemente normal.

Un saludo