También sorprende, para un mediterráneo, la previsión. Cuantas veces hemos salido sin el abrigo adecuado en primavera, incluso invierno, pero, ay, que se te ocurra tener el mismo desliz en tierras siberianas. La salida al exterior empieza 10 minutos antes de salir. El termómetro marca -23ºC. Hay que colocarse la camiseta interior térmica, las mallas térmicas, el jersey, los calcetines si puede ser térmicos también, una braga que nos tape la boca, el abrigo (en mi caso de alta montaña, de pluma de oca de máxima calidad) y el gorro (el mío el típico siberiano, de piel de conejo). Pero ahí no acaba el tema. Tenemos que abrir 2 puertas de casa, cada una con su llave, y nada más salir, ponernos los guantes (de goretex de máxima calidad también). Volver a cerrar las puertas y encarar el ascensor. Pero lo mejor viene desde el ascensor hasta el exterior: 3 puertas consecutivas, con 2 metros de diferencia entre cada una de ellas, y donde ir avanzando supone una disminución de unos 5 grados por cada metro andado. Y entonces, de nuevo el silencio. Ahora se impone avanzar lo más rápido posible, no resbalar en las zonas de hielo más gris, no respirar profundamente y hacerlo por la nariz. Aun así, los primeros días tu garganta se inflamará y se quejará. Suerte que a esas temperaturas pocos microorganismos circulan.
Desde luego, después de haber estado en Egipto en agosto (49ºC) y en Siberia en enero, debo reconocer que el ser humano se adapta a lo que haga falta, y además vive en estos lugares de una forma aparentemente normal.
Un saludo
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